Upgrade Your LIFE, Have a baby Upgrade Your LIFE, Have a baby

Testimonio inspirador materno; El santuario de mi vientre

Testimonio inspirador materno; El santuario de mi vientre

"Una visión compartida del viaje de la maternidad, infundida con un poderoso mensaje espiritual. Escrito por una colega pediatra, Dra. Lillian Rivera, ofrece una perspectiva única sobre la profunda experiencia de ser madre."

"Una visión compartida del viaje de la maternidad, infundida con un poderoso mensaje espiritual. Escrito por una colega pediatra, Dra. Lillian Rivera, ofrece una perspectiva única sobre la profunda experiencia de ser madre."

Con los años, una se vuelve más reflexiva e intencional con sus palabras y acciones. La vida se transforma en un privilegio y un deleite que quieres saborear despacio, sorbo a sorbito, para no perderlo entre lo cotidiano y trivial.

En estos días cargados de actividades y tareas, mientras me preparo para la anticipada transición hacia un nido vacío, pasaron ante mis ojos escenas de la infancia de mis hijos, como viejas películas proyectadas con nostalgia: carcajadas, asombros, momentos que me transformaron como mujer, como esposa y como ser humano.

Mis hijos me enseñaron a amar sin condiciones, a perdonar y volver a intentar, a creer más allá de lo que se ve, a empeñarme en ser mejor persona y a ejercer el dominio propio. Aprendí la ternura, la espontaneidad, y a valorar que, aunque son mis hijos, cada uno es único. Aprendí a amar con sacrificio, a negarme a mí misma por amor a otros. Aprendí a amar incluso antes de haberlos visto.

A través de ellos conocí el amor de Dios. Si yo, siendo imperfecta, era capaz de amar así… ¿cuánto más Él me ama? Aprendí a orar sin cesar y con fe. Encontré el valor para enfrentar gigantes y vencerlos, para que no pasaran a la próxima generación. Aprendí a menguar para que ellos crecieran. Y comprendí que no se trata de mí.

Un día me levanté pensando: “¿Qué voy a hacer con tres cuartos vacíos en esta casa?” Y luego me dije, riendo: “No seas tan dramática, algo inventarás.”

Entre bodas, graduaciones, compromisos, mudanzas de mis hijos y de los hijos de mi familia y amigos, pasaron pocos días cuando me sorprendí pensando: *Qué hermoso es ser mamá*.

Por razones obvias, evitaba meditar demasiado en el tema. Por años me ponía melancólica. Pero en estos días, una frase vino a mí, provocando un gran asombro: “Mi vientre es un santuario sagrado donde Tú formaste con tus manos a mis hijos.”

Y quedé en silencio, maravillada. Qué privilegio tan divino haber sido parte de traer vida, de formar seres humanos que hoy caminan por el mundo. Y qué espectacular es reconocer que en sus rostros están bruñidas mis facciones y las de mi amado esposo, y en sus corazones, mis palabras, mis oraciones y las de mis generaciones antes que yo, que creyeron por ellos antes siquiera de que existieran.

A todas las que, como yo, celebran el privilegio de ser madres, que puedan comprender cuán especial eres para Dios. Y a cada hijo: que nunca dejes de atesorar lo que esa mujer hizo por ti.

A mis hijos y a mi amado esposo:
Gracias por su paciencia, por amarme, por hacerme reír y por regalarme una felicidad tan genuina. Ustedes han sido mi escuela, mi alegría y mi más grande regalo.

A quienes me leen:
Te invito a detenerte y contemplar el milagro de la vida, a valorar la belleza de ser copartícipes del proceso sagrado de traer vida al mundo. Si eres madre, recuerda que has sido escogida para el *BootCamp celestial* del amor incondicional, la entrega total y la transformación personal más profunda.

Y a todos los que somos —o hemos sido— hijos:
Bendice, a pesar de todo, a quien te dio la oportunidad de existir. La vida misma ya es motivo suficiente para agradecer.

 

Read More